Al regresar del sueño me encuentro con un despertador sonando que me dice que son las 7 am y que tengo que levantarme y yo no sé por qué, qué cosa hago aquí, me dice mi personaje que debo ir a clases, a estudiar y enseñar, y todo me suena tan falso, tan así que ni ella misma se lo cree, que me está repitiendo la mentira por la cual se supone oficialmente que eso es verdad, y quizá pueda ser verdad para alguien más que está viviendo esa vida, pero no para mí que acabo de salir del sueño. Y aunque yo fuera el mismo, no tendría nada que hacer ahí. Pero en algún momento igual me pongo de pie y me visto.
Todo esto me ha estado estresando mucho, el otro día comí demasiado rápido porque no veía la hora de entrar a clase, y chifa para colmo que es pesado, y un par de horas después me dió nauseas, estuve escupiendo vilis apoyado en un arbol, en la berma central entre dos pistas. Tuve que meterme en una farmacia y tomar agua y pastillas para que se me bajara. Luego de eso me han estado saliendo granos bastante grandes en la frente y al sentir uno de ellos casi pensé con morbo autosádico que sería una vena de estrés. Pero aún no me he ganado ni eso.

Por o
tro lado, estoy desarrollándome gracias al nuevo hábito de escribir que me ha dado el blog, a eso y a los fetichismos que ciertos animes me han alludado a contraer. Así, de pensar en colegialas con tatuajes paso a ver los tatuajes de los yakuza, y pienso en que una colegiala, siendo adolescente, quizá tenga mucho que ver con la rebeldía que es tan sintomática a esa edad, quizá incluso se relacione con una rebelión violenta, pero justamente si es violenta, su familia yakuza estará solo orgullasa de ella, y la niña no tendrá cómo liberarse. Y así por fin, tras un largo bloquéo de alrededor dos años, logro escribir otra vez, narrar durante dos páginas un par de escenas bastante densas y coloridas. Falta mucho para concluirlo, la historia aún está fragmentaria, es inverosimil y vitalista, se parece a mi vida pero no es creible. Estoy pensando que para las escenas más yakuza debería remitirme más a Takeshi Kitano, con su crudeza desencantada y miserable. Definitivamente nunca habrá yakuzas más inverosímiles que los de Tarantino (justamente esa es su gracia).
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