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Cónicas del Templo Negro

Después de muchos años de revisión y de buscar la forma de editarme, he vuelto a decidirme por la autoedición. El 4 de julio estará disponib...

martes, 25 de marzo de 2008

Ars ex machinā

Otra micropoética, de hace ya un tiempo:

Para golpear al mundo, el arte debe venir desde afuera.
El artista debe limpiarse a sí mismo del mundo
y al arte de sí mismo.

viernes, 21 de marzo de 2008

Padres del power

Supongo que ya no es noticia, pero por si acaso lo apunto, pues se les vienen nadie menos que los padres del power metal. El legendario grupo Helloween y su contraparte Gamma Ray estarán tocando en el parque de la exposición el 30 de abril. Curioso cómo Kai Hansen, ex-vocalista y guitarrista de Helloween, se encuentra otra vez con el resto del grupo desde la otra orilla del Gamma Ray que él fundara por su lado. Cuando el género del power metal empezó a sonar, Hansen aun estaba dentro de Helloween y era una fuerza impulsora mayor, por lo que supongo que de ambos grupos se puede decir que fueron el primero. Las entradas están a un precio proporcionalmente brutal, pero las pueden conseguir desde ya en PlazaFea o Vivanda. Yo mientras tanto seguiré aquí sentado en pueblitos gringos remotos, escribiendo en mi blog.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Haggard

Me di hace poco con un grupo musical realmente magnífico llamado Haggard, de una estética poderosamente gótica, en el cuádruple sentido de la larga y accidentada historia de la palabra. Además de ser góticos por obscuros, góticos por románticos, góticos por medievales y góticos por godos germanos. Sus letras también son cuadruples, en inglés, alemán y latín, dos idiomas que ya domino y uno que aún estoy aprendiendo, además de algunos pasajes también en romance toscano. Me viene bastante bien el latín de alguien fiable tras intentar corregir las desastrosas letras de ciertos japoneses, por lo demás bastante creativos, pero que ni inglés saben (el anime Elfen Lied, mejor conocido por su pronunciación inglesa como Elfen Láyet).
El grupo mismo tiene una figura central, una cabeza claramente indentificable bajo el nombre de Assis Nasseri, cantante y guitarrista, pero que se encuentra rodeado de muchos otros músicos, incluyendo soprano, tenor, oboe y todo el resto de la orquesta cuyo número va fluctuando entre doce y dieciseis miembros oficiales a lo largo de los discos, sin contar a las decenas de colaboradores incidentales.



Al oirlos por vez primera, me dije que era un verdaderamente hermoso black metal, aunque era bastante más lento que lo que los representantes célebres de este género suelen presentar. Me pregunté si acaso sería doom metal, un género del que no he oido mucho y solo conozco en teoría como parcimonioso y lacónico. Su sonido me recuerda mucho al grupo Lacrimas Profundere, con el que igualmente compartía el gusto por los grabados góticos en sus portadas, aunque en el caso de ellos nunca logré descifrar en qué idioma estaban sus letras. Creo que a ellos los categorizaban como gothic metal, un género que a mí me parece extremadamente escurridizo y subjetivo. Finalmente, en el wikipedia se ve a Haggard como "symphonic death metal", y al adentrarse por qué entiende la gente por death metal, se encuentra la mayor cantidad de contradicciones posibles... Yo creo que son de todo menos death.

Todo esto me recuerda mis conversaciones con Mariela Alicia Cucho, quien la primera vez me encontró sentado bajo un escritorio con la luz apagada, y hoy en día la he perdido de vista, pero hace tiempo dejó la poesía por el diseño de modas. Su poesía nunca dejó de interesarme e intrigarme, pero siempre fue muy tímida y recelosa con ella, como parte profunda de su carne. Cuando le dije que prefería el black al thrash, ella respondió que no le gustaba encasillar las cosas... pero en tal caso, ¿cómo podría siquiera distinguir entre black y thrash? Por supuesto existe el black más thrashero por ciertos usos de distorción y batería, y lo que sí pierde todo sentido es definir a un grupo como únicamente dentro de un género, pues cualquiera puede de un momento a otro cambiar de tonada y ser perfectamente capaz de empezar a tocar salsa si tan solo le da la gana. Esto a su vez crea problemas cuando grupos que están adscritos a un género innovan al punto de hacer algo que a los oidos pertenece a un universo totalmente distinto, pero dada su afiliación histórica a un movimiento no se pueden deshacer de cierta categoría que ahora no se ve por ningún lado. Yo tampoco escribiré novelas góticas toda mi vida, para empezar tengo muchos cuentos, y varios de ellos se asemejan más al cuento de hadas que al de horror. ¿Y qué hay de la poesía? Gótica es la novela, no yo.
Pero me he salido del tema. El hecho es que, si volvemos a la conclusión ya previamente establecida de que el género es, no un espacio delimitado en el que uno se adentra de por vida, sino un adjetivo perfectamente declinable y compatible con otros, pues yo por mi parte diría que Haggard es un poco como black pero con mucho de barroco clásico, y a eso le agregas lo que tú quieres...

jueves, 13 de marzo de 2008

La belleza del cuadrado

Apenas acababa de escribir contra el arte moderno, quedándome con la extraña impresión de que en general no me gustan las artes plásticas a menos que estén subordinadas a una narrativa; cuando, simultaneamente, me veo leyendo al futurista Mayakovski y a su opositor Zamyatin, que en su parodia no puede evitar volver aun más gloriosa la estética que niega y cantarle a la belleza del cuadrado. Ahora recuerdo, al haber caminado por la ONU, reflexionar una vez más sobre el arte islámico y la admiración de Borges hacia el mismo, para llegar a la conclusión de que, de hecho, al ser Alá irrepresentable, los musulmanes fueron de los primeros en el mundo en desarrollar un arte netamente abstracto. Pero no muy de lejos les siguen los masones góticos, a medida que su arquitectura se hace cada vez más excelsa y libre de representaciones, para concluir en la spira mirabilis y sus místicos números aureos. Y la música desde siempre ha sido mejor cuanto menos representa, punto y contrapunto sin rastro de objeto terrenal. En verdad yo mismo ya vengo un tiempo admirando la belleza de la máquina, certera, precisa y confiable, la máquina que a diferencia de la planta es aquel artificio de mi mente que funciona como yo la he concebido y no como la naturaleza quiere funcionar. El sistema irreal que es lógico en sí mismo porque niega la realidad y así se vuelve la raiz de todo mundo posible. Cuán semejante, en verdad, el círculo mágico y la jerarquía cósmica a un precioso engranaje. Hubo un día que, agobiado de tareas lingüísticas, torné de vuelta a reparar una engrampadora descompuesta, analizando cada uno de sus resortes y su funcionamiento interno, sus reglas desconocidas pero perfectamente racionales, hasta que, al cabo, funcionó, tal como la había predicho. Aquel momento epifánico en que las cosas hacen click. Pero esto es arte abstracto, no arte conceptual, y al fin de cuentas no es precisamente contra lo que andaba escribiendo hace unos días. No me retracto de nada.

sábado, 8 de marzo de 2008

Mierda original

El último día en Nueva York asistí al museo Gugenheim, donde se estaba exponiendo la obra de Cai Guo Qiang. En sus primeras tres piezas mostraba bastante habilidad para representar expresiones animales y humanas. De hecho, quedé bastante conmovido por una manada de lobos caminando en una larguísima línea, dispuesta de tal forma que lo más natural era caminar entre ellos, que mientras avanzaban empezaban a correr cada vez más emocionados a mi lado, y repentinamente alzaban vuelo, cada vez más alto, hasta que me encontraba corriendo bajo ellos o volando con ellos, que repentinamente, sin percatarse, se estrellaban contra un vidrio y caían estrepitosa y dolorosamente al suelo con caras de agonía. El más puro horror y compasión.


Recientemente, sin embargo, el artista ha dejado de lado la representación de gentes y animales y se ha dedicado a lo que constituye la mayoría de la muestra. A partir de la cuarta pieza, la exposición se convierte en una serie interminable de papeles con manchas marrones borrosas. Dicen los carteles que son lienzos sobre los cuales ha realizado explosiones. Habemos de entender que las explosiones son la verdadera obra de arte. Pero ¿dónde están? Pues ya explotaron. Para que la exposición no sea un fiasco total, hace falta complementarla con fotos, videos y mucho texto. Entre otras cosas, los largos párrafos explican que algunos de estos son los "proyectos para extraterrestres", que se habrían de ver desde el espacio para ser apreciados, pero son de una magnitud tal que muy pocos de ellos se han realizado. Incluyen, por ejemplo, volar un hueco en la Luna con las mismas dimensiones de una pirámide egipcia para que haga de contraparte de esta. Sumamente interesante, pero hubiera preferido leerlo en un blog o una revista, en vez de pagar 18 dólares para leerlo en una pared, y el señor Cai podría graficar sus proyectos de forma mucho más clara y vistosa si usara un lápiz en vez de pólvora. Es muy moderno eso de ir buscando una "nueva forma de arte", y toda nueva forma es una buena excusa para hacer las cosas mal, ya que se es el único original que las hace de esa manera. Por otro lado, los fuegos artificiales parece hacerlos bastante bien, pero las cosas que ha achicharrado la verdad no son nada interesante. De hecho, son meros despojos de la explosión, que fue la obra en sí. Sería bueno asistir a una de esas explosiones, pero los artistas modernos deberían aprender a botar su basura en vez de llenar los museos con ella.

En ese sentido, solía pensar que la literatura estuvo mucho tiempo antes librada de esta absurda mística superficial que Walter Benjamin llamara "el aura", el culto inútil al "original", que para orgullo de los poetas, en la palabra inmaterial nunca ha existido. Sin embargo fue apenas unas horas después que me vine a encontrar en la biblioteca pública con una exposición sobre Jack Kerouac, quizá el único verdadero haijin de occidente, y uno de los más terribles drogos de la generación beat. Estirando la ridiculez a sus máximos extremos, la exposición muestra páginas de máquina de escribir originales, tipeadas por el mismísimo Kerouac y, por supuesto, sin rastro alguno de él. Y ahí están, junto a sus fotos, sus lápices, sus discos, la basura que llevaba en el bolsillo cuando murió. Es basura, pero con aura. Menos mal que la entrada era gratis.
Hoy en día por suerte puedo tipear en la computadora, sin dejar, ahora sí, original alguno. Aun así, por supuesto, dejo siempre textos que son meros apuntes, ideas inacabadas que no son ninguna obra, pero reconozco su parcialidad y que no merecen ser tratadas con ningún respeto, así que termino botándolos o colgándolos en mi blog, siempre le podrían servir a alguien.

Para terminar el día fui al celebérrimo MoMA, que junto a algunos de los más excelentes Picassos y Kandinskis también guarda la más grande colección de lienzos monócromos del mundo, así como una lata de pura y legítima Mierda de artista. Lo que intentaba evidentemente ser una burla, ha sido institucionalizado por el mismo sistema del que se estaba mofando como una parte más del establishment, mientras el concepto de arte se vuelve cada vez más estúpido e inútil. Hablando de originales, varias de las estatuas de bronce entronadas en el MoMA ya las había visto antes en vivo y en directo, presentadas como magníficos originales únicos en el museo Smithsoniano de Washington. Claro, el bronce se puede fundir una y otra vez en el mismo molde, pero entonces, ¿por qué no, en vez de destruir el molde, hacer 3758923016 estatuas idénticas, a ver si la forma tiene algún valor aparte de su "aura"?

Tercer viaje a la manzana

Como en los mitos, esta vez la tercera fue también la definitiva.
La segunda fue entre que volvía de Washington. Pasé apenas diez horas, sentado en el piso de la estación de autobús toda la noche, porque en Boston estaba nevando y no les daba la gana partir.
La verdad, Nueva York empieza desde la estación autobús en Boston, y no al revés. Mientras el quasi-monopolio de buses gringos Greyhound cobra más de 60 dólares, en una esquina dos grupos de chinos llaman a la gente y agitan los boletos al aire. Por apenas quince dólares, los buses parten cada hora sin escalas ni cajas registradoras ni horarios complicados en internet, llevando a vietnamita, cholo, polaco, gringo, criollo y negro cubano apretujados en el mismo carro. Ahí donde la competencia salvaje le gana al puritanismo novoinglés y el aire se llena de mil idiomas mientras a dos asientos de distancia una chica lee a Borges en chino hasta que el inglés se pierde de vista por completo; ahí empieza Nueva York. Al llegar a la ciudad el bus me depositó en el barrio chino, donde el río de gente se mueve imparable y es casi imposible agarrar un taxi, mientras hasta el teléfono público me da instrucciones en chino mandarín.
Logré asistir a un par de recitales poéticos, de los que hay como cinco cada noche. Uno fue en un bar llamado la KGB y sus protagonistas eran un par de poetas entrados en años, muy localistas, con constantes referencias a sus calles, amigos y costumbres que nadie conoce ni quiere conocer, y cuya principal virtud era ser ocasionalmente graciosos, muy parecidos a nuestra generación de vacas sagradas en declieve (y esas "nuevas" generaciones que son más de lo mismo), quizá un poquito mejores, pero con las mismas vainas.
El otro fue parte de la premiación del círculo nacional de críticos, que como era de esperarse no estuvo nada mal, aunque contenía de todo, desde estudios antropológicos y testimonios hasta novelas. Muy complacido descubrí a un cierto poeta polaco llamado Tadeusz Rosewicz, de una excelente y sarcástica poesía pura que se deleita en sus propias contradicciones.
Intenté también llegar a un poetry slam, que al parecer sería un bizarro cruce entre rap y recital, pero tenía que adentarme bastante en Brooklyn a las 8 de la noche, y el intrincado e ilógico sistema de metros logro desviarme por completo, por lo que aun me quedo con la duda de cómo exactamente será un slam.
Es curioso que un metro tan absurdo corresponda a una ciudad de calles tan cuadriculadas. Las líneas se empeñan en seguir el trazo de las avenidas y apenas se cruzan muy de vez en cuando. Los primeros días fue bastante útil y cómodo el poder guiarse por calles numeradas, pero cuando uno empieza a oir a la gente hablar de que vive en la 25 de la 62, junto a la 3, la red se empieza a sentir cada vez más insípida, sin símbolos absurdos ni figuras históricas odiosas que la coloreen... Aunque es imposible decir que, por más que se llene de la gente más diversa, la ciudad retiene su propio sabor, a pizza y falafel y mucho mucho jazz, con un ritmo de pies trepidante e ineludible en todas las calles y semáforos que son inevitables de cruzar.