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Cónicas del Templo Negro

Después de muchos años de revisión y de buscar la forma de editarme, he vuelto a decidirme por la autoedición. El 4 de julio estará disponib...

lunes, 26 de octubre de 2009

Clemente, el malévolo

Me acaban de confirmar mi presencia en el Coloquio de Estudiantes de Literatura PUCP. Tendré un espacito para hablar abiertamente sobre el olvidad y enterrado Clemente Palma. Opacado por la inmensa sombra de su padre, el celebérrimo tradicionista y viejito bigotón don Ricardo Palma. Ignorado por escribir cuentos fantásticos en un país de gloriosa tradición realista. Rechazado por toda persona de cordura y sanos valores burgueses por proclamar ser malévolo. Vituperado por pelearse con el máximo poeta peruano, César Vallejo. En fin, un cadáver más en la fosa común, el pozo del olvido. Cierto es que hay tantos otros incluso más abajo, opacados por el ya opacado Clemente, por ahí van Jose Antonio Román, el doble de brillante y doble de desconocido.
El hecho es que me daré un escape de las instituciones más católicas hacia otra que paradójicamente se llama la Universidad Católica pero nunca ha sido muy insistente en el tema, por lo que podré hablar de la malevolencia de Clemente y, de paso (aunque quizás mucho más) de su técnica literaria. La presentación será el día 12 de noviembre a las 5pm, en la sala de grados de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas (pabellón H).

lunes, 19 de octubre de 2009

Voz y sonido

Ahora que leo en voz alta mis sonetos y prosas, siento otra vez esa inquebrantable prosodia tediosa a la cual no hay forma de darle intención alguna en la lectura. Se suponía que la versificación le daba sonoridad al verso, pero con estas máquinas ensambladas de forma progresiva en el silencio sepulcral sucede todo lo contrario. Quizás haya ocasión de una nueva ruptura, recuperar el golpe de lo histriónico mediante lo dialógico.

Sangre de dragón hay que tener
y ácido en los cojones
G.Y. 2004

jueves, 15 de octubre de 2009

Como arriba, abajo

Amplio y diverso el tema de la reinterpretación actual de las leyes alquímicas. Hay muchos lugares donde está y no debería, y otros donde ha sido olvidada y podría ser aplicada con mucho provecho.
La idea es esta: existen diversos niveles del universo, la relación entre dos de estos niveles se describe con los términos de macrocosmos y microcosmos. El microcosmos, en principio, es un reflejo del macrocosmos y todas sus partículas tiene un ordenamiento simétrico a este. El macrocosmos más amplio que está a nuestro alcance es por supuesto el espacio exterior, de cual el microcosmos de nuestro planeta tierra sería un reflejo, por lo que observar las estrellas permite predecir el futuro de la tierra. A la vez, estos órdenes se ven también reflejados en el microcosmos de la estructura de la materia, por lo que los principios místicos astrales se pueden reconocer en los principales elementos alquímicos. Y ante esto resuena también la estructura del cuerpo humano, y el cuerpo en su totalidad a su vez se refleja en la mano del mismo, permitiendo la quiromancia. Todo esto en su conjunto, finalmente, explica por qué la piedra filosofal en los metales acaba siendo lo mismo que el elixir de la vida en la medicina: si la estructura es la misma, encontrar algo en un plano funcionará para todos los demás.
Por supuesto para crear una ciencia empírica que se acercase a los objetos de manera objetiva, todos estos dogmas tuvieron que ser abolidos, y sabemos que lo más razonable es ir de la parte al todo siempre con conclusiones provisorias en constante revisión. La moda en las humanidades, sin embargo, es mezclar de todo un poco, y si funciona para explicar la sociedad, también funciona para la literatura y las artes plásticas y la lingüística... La verdad ya no estamos como para creer que cosas distintas en sustancia y naturaleza pueden funcionar de la misma manera. Lo que resulta de todo esto es un método burdo y superficial, que pierde de vista todo detalle del objeto que analiza, perfectamente miope.
Por otro lado, hay mucho que reconsiderar respecto a esta ley. Acaso la posibilidad más interesante sea reinterpretarla desde una base nietzscheana, aunque esto revertiría el orden de las cosas: Como abajo, arriba. El mundo, después de todo, no es más que un mero reflejo de mi punto de vista y solo existe en la medida en que yo lo concibo. El cuerpo, las manos, las estrellas, todas esas meras palabras que ordenan el caos de sensaciones, se deben entonces principalmente a mi estructura mental, o a la que habré consentido de absorber dócilmente, si soy el último hombre... Fuertes las conclusiones que se pueden sacar de ahí para la relación entre una vida espiritual y práctica. Suelo pensar que es precisamente en eso en que consiste la magia, en reestructurar la realidad desde su origen que es el ojo.

lunes, 5 de octubre de 2009

Placer, trama, significado y goce

El placer del texto barthesiano, en la medida en que constituye un juego de referencias cruzadas y de alternancia entre las múltiples resoluciones posibles de un teXto, puede también ser una forma de goce literario, en particular el que se da en obras vanguardistas y posmodernistas donde el lector es el protagonista cuya acción es desentrañar algún sentido posible al caos de sensaciones.

El goce, en general, es la razón por la cual el lector lee el texto, y que puede ser muy diverso y muy a menudo no tenido en cuenta, por evidente que pareciera. Después de todo, un lector escoge la novela de detectives con ganas de ejercitar su mente o por morbo en las descripciones de los asesinatos y la ilegalidad; escoge la comedia para reírse y, muy a menudo, para reírse de alguien en particular; escoge el ecchi para pajearse, aunque fuera mentalmente. Los medievales, por su parte, eran plenamente conscientes de que el significado y el goce del relato estaban completamente disociados, la trama fluía por en medio de ambos de forma balanceada, y no estaban en lo absoluto preocupados por el placer barthesiano. Críticos modernos, en cambio, tienen gran cantidad de instrumentales, escalpelos y pinzas para entresacarle significados al texto, cauterizándolo, psiquiatrizándolo, aplastándolo como se debe a toda cochina cucaracha pequeñoburguesa. Sin embargo, los más afanosos pierden por completo de vista si es que esta cosa que descuartizan tenía siquiera trama o alguna cosa para poder llamarle literatura, si es que había algún personaje que quería hacer algo, o de qué trataba... Al fin de cuentas, tras catalogar sus huesos, todos los pedazos de carne se ven exactamente iguales: son textos, discursos, producidos por sujetos, y con lo patético que se ve ahora ese cadáver, lo único que puede valer es el lugar de enunciación.
Un texto nunca existe gracias a su significado, sino siempre por su goce. Quizás a esto se refería Susan Sontag.

Queda aún una pregunta de base: ¿el goce no es enteramente cultural y subjetivo? ¿Existe alguna remota posibilidad de buscar un goce inmanente o interpersonal? El constituirlo como teoría sólida requeriría un estudio de un amplio muestreo para buscarlo como elemento estructural. Se buscaría alguna señal del "lector ideal" en el texto mismo, quizás del tipo de imágenes y valores sobre los que volviera constantemente.