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Cónicas del Templo Negro

Después de muchos años de revisión y de buscar la forma de editarme, he vuelto a decidirme por la autoedición. El 4 de julio estará disponib...

viernes, 30 de agosto de 2013

Flujo de información

Al enlazar mis nuevas entradas a posts más antiguas sobre temas relacionados, me doy cuenta que la mayoría de imágenes y videos que contenía mi blog ya no pueden verse. Dado que aún considero la mayoría de mis escritos antiguos como apuntes interesantes y parte de la continuidad de mi identidad, he estado reconstruyendo uno por uno los enlaces que parecían relevantes.

Eso me recuerda que la mayoría de videos no eran realmente míos, aunque varios sí lo son y muchas de las imágenes también eran contenido original. Más bien, me recuerda que el soporte en el que publico y guardo mis propias imágenes, videos y textos, que este mismo blog en el que sigo escribiendo, no es realmente mío. Por supuesto, la razón por la que los links ya no funcionan es porque Youtube y Blogger (que en el fondo son todos propiedad del mismo Google) han decidido "modernizar" sus sistemas, hacerlos más "amigables" al usuario pero menos controlables por el mismo, haciendo el sistema en apariencia más simple y en estructura inútil y estúpidamente complejo y pesado.

Esta tendencia también demuestra que Google solo es superficialmente amigable al usuario y que maneja la web como un espacio amnésico, donde la información es fugaz y descartable, donde el usuario no tiene capacidad de retención ni reflexión. Eso solo respecto al usuario, pues en el fondo todos los archivos siguen ahí, incluso si el usuario decide quitarlos, para ser utilizados por la supercomputadora Google que se apropia de la metaconciencia de la cual priva al usuario.

Todo esto me lo ha subrayado un videoconcierto del grupo Massive Attack al que acabo de asistir por una serie de circunstancias. No habría ido por mi cuenta al concierto de un grupo cuya música me deja indiferente, pero estuvieron aquí en Duisburg como parte del festival artístico Ruhrtriennale en el cual agarré un cachuelo como encuestador, y cuando el evento comenzó, yo ya estaba adentro, en el inmenso hangar vacío de una fábrica acerera, profundamente oscuro. Al fondo, una masa de gente parada estaba rodeada por enromes pantallas que se erguían en un amplio semicírculo, proyectando escenas de la Guerra Fría, un documental de Adam Curtis centrado en detalles bizarros que forjaron esta sociedad de la información, asediada por imágenes bidimensionales. Y detrás de estas pantallas bidimensionales se vislumbra, a momentos, a la banda musicalizando la historia en vivo.



Mediológicamente, Curtis no profundiza realmente en la estructura de la internet, porque la tendencia es precisamente a regresionar la internet hacia la videósfera, para que vuelva a ser controlable como lo era la Unión Soviética en los años 80. Según el documental de Curtis, vivimos en un sarcófago, encerrados en el management de la ilusión para evitar el caos y el debacle de una realidad descontrolada, para evitar cualquier posibilidad de cambio, porque todo cambio es peligroso. Este sarcófago se precipita hacia su propia decadencia y debacle, pero nos dice que lo mejor es no hacer nada, porque el cambio sería fatal.

Es paradójico cómo la moral pública se ha volteado en el último par de años, cuando siempre solía ser el status quo lo que se pretendía defender y yo me había propuesto reducir la realidad a una mefistofélica ilusión paradójica, desarticular la ilusión de lo que se llamaba realidad para revelar lo extraño y monstruoso. Ahora, el mosntruo ya no es el que amenaza el mundo conocido, sino el que lo ha forjado y nos mantienen enajenados dentro de su juego, y los desviados y antisociales parecen estar precisamente en camino hacia la salvación. Es sin duda frustrante descubrir que una ha cambiado de bando sin siquiera moverse.

He considerado volver a usar e-mail en vez de Facebook, y sobre todo con un servidor que no sea el de G-mail, pero respecto al Blog, temo que no puedo transplantarlo con la misma facilidad, aunque las tierras en las que tiene sus raíces se hayan vuelto pantanosas.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Brevísimas

Ha salido una contribución mía en el compilatorio "201" de la editorial Altazor. Para ser más específico, se trata de un microcuento sobre la habitación 201 de precisamente 201 palabras, y creo que el número de autores involucrados asciende a precisamente 201 (aunque no me he vuelto a tomar el tiempo de contarlos).

Hace unos días comentaba sobre libros excesivamente largos, pero a la vez el estilo de las ficciones brevísimas, los microcuento, se esparce entre muchos otros autores, sobre todo en Latinoamérica, siguiendo el ejemplo de Poe y Cortázar. Coincide con la cantidad de imitadores que tuvo el haiku en la región (aunque en ese caso con pocos resultados presentables). La microliteratura parece una solución para quienes no tienen el presupuesto para dedicarse a la escritura a tiempo completo, y para los lectores que no tienen el tiempo de dedicar horas de su día a un libro. Quizás lo que les falte a la mayoría de lectores ni siquiera sea el tiempo, sino la paciencia, la tolerancia de cuánto pasa entre un click y otro, la capacidad de concentrarse para un texto que sea más largo que una entrada de Facebook o una línea de chat. Pero incluso en esas circunstancias fugaces, un microcuento se dejaría leer, compartir, copypastear y difundir viralmente.

En mi caso, supongo que mis microcuentos tienen demasiado de haiku. El arte del microcuento es por lo general el de condensar una anécdota en palabras objetivas, sin digresiones ni adornos. Pero en vez de empezar con el mínimo e ir agregando detalles, yo tuve que empezar con una visión cósmica psicodélica, y luego ir podando, replegando tres palabras en una cada vez más polisémica y prismática, intentando no perder todos los sentidos que contenía un texto más largo. Eso es lo que comunmente se llama un poema.

Una experiencia más que he tenido con los microcuentos ha sido el "Ajuar Funerario" de Fernando Iwasaki, una colección de brillantes perlas brevísimas. Cometí el error de leerlo como un libro, de comienzo a fin, pero las perlas pierden el efecto si se las acumula, y brillan mucho más en el vacío, por lo que tiene más sentido sacar textos del libro de manera intermitente. El mismo Fernando luego me explicó que los textos también habían sido recolectados a lo largo de años. Otro aspecto análogo al haiku. Pero un libro de varios autores, ¿tendrá el mismo efecto, o la polifonía hará alguna diferencia fundamental? Por ahora no tengo forma de averiguarlo, pues el libro solo se está distribuyendo al otro lado del charco. Revísenlo ustedes y de ahí me cuentan.

sábado, 10 de agosto de 2013

Poniéndome al día con Game of Thrones

-Todavía necesito leer Game of Thrones- comenté.
-¿Necesitas? ¿No es que quieras?
Pero para alguien que se dedica a la literatura fantástica, definitivamente es una obligación. Sin embargo, de un tiempo a esta parte me resigné a que mi lista de lecturas era lo bastante larga como para agregarle los cinco o más tomos gruesos de la serie del momento. Por imperativa que esta fuera, y a pesar de que ni siquiera parecía ser mala, llegué a la conclusión de que no tendría tiempo de leerla y me puse a ver la serie.

Un compadre de antaño incluso ha inaugurado un blog donde habla de lo que hace mientras tú lees juego de tronos - "¡Piensa bien si merece la pena leer un libraco de mil páginas o cinco de doscientas!". Mientras tú lees juego de tronos, él anda leyendo obras breves de "espadas y hechicería", y yo ando perdiendo el tiempo con el indigerible Lacan y sus circunloquios.

Lo voluminoso de la saga de Martin me hace pensar qué dirán las generaciones venideras si esto se llega a convertir en clásico, y si de acá a cien años la prosa actual resulta tan trabajosa como lo es la del siglo XIX para nosotros hoy. Si ya da miedo enfrentarse a Moby Dick, ¿quién querrá leer más de cinco libros del mismo grosor?

Por otra parte, estas preocupaciones surgen precisamente porque hay buenas razones para que la saga sí alcance el estatus canónico. El giro de conectar la fantasía épica con elementos verdaderamente medievales en vez de un medievalismo romantizado conecta con fuentes primigenias que extrañamente habían permanecido ajenas al género durante décadas. Si este movimiento ahora parece tan evidente, es solo porque era absolutamente necesario. Un regreso a las fuentes prístinas le ha permitido a George R.R. Martin restructurar el género de manera sensible, y llevarlo ya no a la edad mítica de dioses y portentos, sino a la edad heróica donde cuentan que Odiseo contaba haber visto a un cíclope, o dicen que los enemigos de Sigfrido dijeron que él se había bañado en sangre de dragón, pero no es que los elfos anden por la calle o los el panadero sea un duende. La magia resulta más mágica en tanto es inusual y no cotidiana para los personajes.

En la simultaneidad se encuentran la comedia de enredos y la tragedia. En aquellas épocas no todos tenían smartphone para estar siempre conectados, y en lo que tomaba llegar de un lado al otro ya toda la situación había vuelto a cambiar. Esto se refuerza por el contraste entre la perspectiva enunciativa frente a los personajes, que vuelve la desgracia previsible pero inevitable. Bajtín me convenció de que el arte de la novela es el de la orquestación, el hacer que una docena de historias funcionen como una sola.

Por otra parte, la cantidad de personajes que se pretende narrar simultáneamente hace que no se alcance a narrar mucho de ninguno de ellos y que el ritmo se vuelva lento, a veces tedioso. Al menos en la serie, si un capítulo dura 50 minutos y pretende representar 10 personajes a la vez, solo le quedan 5 minutos por personaje, los eventos se dan en pasos mínimos, en migajas. Supongo que entre un medio y otro el efecto de ritmo será diferente. Aristóteles tenía sus razones para la unidad de acción. Salirse del patrón tiene sus problemas pero, en este caso, creo que también sus ventajas.

La mitología del conquistador que funde las espádas de los demás en su trono es una lúcida alegoría del Estado que monopoliza la violencia. Esta violencia anda libre en los campos yermos de los dothraki, y esa es la única alternativa que tendiese a la libertad. La inclusión de héroes gays, matriarcas y mujeres guerreras vuelve la serie loable para la moral pluralista contemporánea, pero también funciona en tanto muestra que estas son excepciones o secretos a voces, como lo han sido en muchas sociedades precristianas. La cosa se pone rara cuando la cantidad de excepciones hacen que entre los personajes representados, esto se convierta en una regla.

Antes de poder sacar conclusiones definitivas, habrá que ver qué más viene. ¿Los caminantes blancos por fin cruzarán el muro? ¿Qué pasará en King's Landing cuando la khaleesi llegue con su ejército? O, siendo esta una odisea, ¿volverá a perderlo todo ante Scila y Caribdis, para llegar encapuchada a matar a todos los traidores por mano propia? Con el éxito que tiene, ¿el señor Martin se animará a acabar la serie? Me parece que ya la está estirando más allá de sus propias previsiones y que él mismo ya no sabe qué pasará, así que habrá que esperar y dejarse sorprender una vez más.