
También me ha llevado a recordar aquel documental que vi en el centro de estudios orientales hace como seis años, mi primer encuentro aunque remoto y extraño con el teatro No, donde apenas podía construirme una fantasía muy descabellada de cómo se vería una presentación de un teatro tan refinado y abstracto. Una de las cosas que mencionaba el documental, sin explicación alguna, y me había dejado pensando a lo largo de estos años, era que "las historias de mujeres suelen ser las más hermosas". Bajo esto entiéndase, por supuesto, aquellas historias donde el espectro es una mujer. Suena ridículo de buenas a primeras, pero vistas las historias juntamente, es evidente que las que más resaltan no son los relatos de los samurais que se enredan en batallas históricas y conspiraciones políticas, hundidos en fechas y nombres que no significan nada sobre todo para quienes no recordamos al pie de la letra la clase de historia del Japón; sino las de amantes fieles hasta la muerte, desesperadas o endemoniadas, conectadas directamente en una relación aboslutamente personal y atemporal con su amante y víctima. Aquí tenemos al espectro desesperado de la máscara conocida en No como Hanya. La verdad todos los esposos necios de las historias, se salven o no, se tienen bien merecida a su fantasma. En una cultura clásica, el hombre está dedicado a la vida pública y política, y la mujer es la que realmente vive la vida personal. La mujer está recluida y el hombre por su parte está prohibido de albergar sentimientos personales.
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