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miércoles, 24 de marzo de 2010

Los otakus y la comunicación de masas (bis)

Esto ya se había publicado en otro lado, pero no debería faltar aquí.

En cuanto a la relación particular del otakismo y los medios masivos de comunicación:
Por una parte, es evidente la inmensa y múltiple asimetría que media entre los creadores de anime y los otakus, más aun considerando que la ambigua definición de anime tiende a incluir la nacionalidad japonesa como requisito, cosa que resulta absolutamente insalvable para cualquier latinoamericano e implica un complejo de inferioridad y mitifiación del extranjero. Por otra parte queda bastante claro que nadie en este país cuenta tampoco con los medios necesarios para sacar adelante un proyecto decente de animación, incluso si las categorías fueran a considerarlo aceptable fuera de los cánones a priori. La posibilidad de retroalimentación y cultura popular que queda para hacer al otaku partícipe de la expresión axial de su cultura es la del manga. Sin embargo, para que la historieta se convierta en un medio de expresión digno en nuestro medio queda aún mucho por hacer. Cierto es que ya se está empezando a abrir camino gracias a revistas como Tiralínea y Perú21, pero la mayoría de artistas siguen recluídos en el fanzine y la informalidad, lo cual nos remite a un segundo tema muy importante que habrá que discutir más adelante. Por ahora, mantengamos la hipótesis de que cuando la historieta nacional reciba una difusión apropiada, y siempre y cuando esto no signifique un cierre hacia los nuevos talentos que surgen constantemente; la cultura otaku podrá convertirse en dialógica y autolocua.
Por otra parte, el fenómeno de la fanfic en cuanto literatura en internet, aunque sea una expresión secundaria y derivada de la cultura, constituye una situación de amplia posibilidad dialógica y retroalimentaria. En el ámbito generalizado, como resalta, entre tantos, Roland Barthes al postular la muerte del autor; la literatura está dominada por el canon más o menos rígido de autores y obras consagradas con una lectura preferida que construye cierta identidad nacional e ideológica. El niño que lee a Cervantes en el colegio es completamente incapaz de responder (una de las soluciones propuestas podría ser leer a un anónimo Pierre Menard en vez de a un genio Cervantes como autor del Quijote). El espacio literario está construido como el de un solo enunciador, el autor en su unicidad y perfección, que debe ser leído por una masa de receptores para beneficiar su cultura general. Muy distinto es el caso de la literatura del subgénero fanfic, donde la retroalimentación entre lectores y escritores es, en su ideal, constante, tanto así que gran porcentaje de lectores es a su vez escritor. Las fanfics más célebres no son escogidas por una élite ilustrada, sino por una comunidad de lectores y escritores cuyo anonimato reduce la ingerencia de factores socioeconómicos. En ese sentido, la apertura de la internet se vuelve un espacio bastante más democrático que el espacio del canon literario institucionalizado, y la fanfic también tiene la oportunidad de constituirse, desde esta perspectiva, como literatura independiente y creativa.
No hay que subestimar, sin embargo, la ingerencia del factor enajenante que se da en la fanfic, derivada por definición de una línea principal instituida por la cultura de masas. Esta tensión interna entre libertad y alienación no se simplifica, sino que se torna incluso más intensa en el caso de las fanfics "originales", pues estas mantiene su calidad de fanfic (frente al "cuento" canónico) por servirse de un registro e imaginario derivado también del anime o la cultura de masas, antes que de la cultura clásica conservadora. La fanfic no procura la ilusión de autenticidad y así esquiva lo que Harold Bloom llama la anciedad de influencia, al volver sus referenctes explícitos. Aquí el autor no pretende imponer una lectura propia que trascienda a los autores precedentes, de encontrar una voz propia que pueda partir de una mala lectura. Más bien, el ideal es el de una lectura servicial que siga la línea del anime original lo más cerca posible, sin traicionarlo. Lo accidental no sería la influencia, sino la creatividad, que por ello mismo, cuando está presente, brilla en un grado mucho mayor y en un estado mucho más puro. La originalidad aquí no es proclamada como imperativo sino que únicamente puede ser reconocida por el lector. Por otra parte, al ser una apropiación dialógica de un discurso monológico, la fanfic se configura como la interpretación colectiva de una aliencación de la cultura de masas, una forma de reapropiarse de un fenómeno inevitable en la era de la información.

Otro aspecto problemático de la cultura otaku es su personalidad informal y hasta ilegal. El otaku se define por el consumo de material que no está disponible por medios formales en su país. No es un verdadero otaku el que sólo mira el anime que pasan por televisión, sino el que recién se ha estrenado en japón y prácticamente nunca es exportado en su idioma original o en forma de DVDs (Gran cantidad de títulos, incluso, no son transmitidos jamás en el circuito comercial occidental. El caso más conocido es el de Hayao Miyazaki, cuya única película estrenada en salas de cine peruanas fue El viaje de Chihiro, a pesar de tener una filmografía amplia con muchas películas consideradas obras maestras.)

Frente a esto surge el movimiento del fansub, traducciones y subtítulos hechos por aficionados. El fansub siempre dice "Por fans y para fans - no vender ni alquilar", pero a pesar de ser sin fines de lucro, varias páginas como el youtube consideran ilegal su difusión, dado que se basan en material registrado. Lo mismo vale para toda clase de manifestación otaku: revistas que reproducen imágenes oficiales "solo con fines informativos" (Revistas Sugoi y Club Manganime), accesorios fabricados de manera artesanal o, nuevamente, la fanfic. Además resulta difícil evitar que material puesto a disposición general se acabe comercializando como piratería. Y tampoco resulta deleznable por parte del otaku el considerar conseguir las series enteras y quemadas en DVD por precios módicos. Como en tantos otros casos, la piratería es un poderoso medio de difusión de la cultura. Por otra parte, la forma como la situación se ha desarrollado en nuestro país vuelve ya imposible el introducir un mercado formal por el cual los otakus pudieran retribuir monetariamente a las casas de producción que alimentan su afición y que, técnicamente, no trabajan para ellos ni tienen por qué tomarlos en cuenta, aunque se trate de miles de personas acérrimas a esta forma de arte. Finalmente, otro problema grave y al parecer irresoluble de retroalimentación comunicativa.

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