Y pensar que antenoche esantaba a los mosquitos mientras intentaba dormir denudo y con la ventana abierta. Ahora apenas pongo un pie en la calle siento el golpe del hielo seco en mi cara. Chompa gruesa, casaca, bufanda, pantalón doble, guantes y gorro no son suficientes para escapar del frío. Esto ha de ser como lo que llaman un baño suizo. Más aun pensando en que en dos semanas estaré de vuelta. No logro imaginar aún mi posición en el mapa, simplemente me siento fuera de todo espacio. Dicen que Berlín ya no es el que solía ser, pero yo tampoco soy quien era y a estas alturas, tras siete horas varado en el aeropuerto de Quito, una en Guayaquil y tres en el de Madrid-Barajas, al fin entiendo en carne propia el sentido de la canción de Charly. Ya nada podría sorprenderme o dejar de hacerlo, todo es igual de extraño, y el cambio hacia el frío se vuelve uno más en una larga espiral caótica. Un ennui global.
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