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domingo, 24 de febrero de 2013

A favor y en contra de los derechos de autor

Habrá usted notado, amable lector, que ya hace un tiempo a la derecha de este blog se sitúan algunos anuncios comerciales. Si aún está aquí es porque los anuncios son lo bastante discretos, o porque usted en general no tiene problemas en aceptar que vive en una sociedad capitalista. Por mi parte creo que es una de las soluciones más balanceadas en las que tanto usted como yo podamos sacar mayor provecho de este blog. Si albergo la remota esperanza de ganar un par de centavos, no sentiré que mis horas tipeando esto sean un completo desperdicio o un acto meramente metafísico; pues si fuera realmente cuestión de satisfacción personal, preferiría quedarme las cosas para mí mismo. Para usted, sin embargo, los anuncios significarán que tendré una razón más para mantener esto blog activo y así usted podrá disfrutar contenidos más a menudo que antes, pero aún sin gastar un centavo.

Ya ha pasado tiempo desde que el debate sobre los derechos de autor pasó por su punto álgido a nivel internacional, y preferí no declarar un juicio definitivo porque hay gente que habla con tanto más fundamento y conocimiento de causa como por ejemplo Hans Rothgiesser. Aun así me he hecho muchas ideas al respecto, incluso si son tan solo ocurrencias. Mi situación pareciera tener la particularidad de que soy tanto autor como consumidor, con lo que no puedo tomar partido por alguno de los dos bandos enfrentados... ¿Pero es que acaso los demás autores, directores y dibujantes del mundo no leen textos en línea ni ven películas en el youtube?

En Alemania la ley contra la piratería sí es más o menos efectiva, a diferencia de Lima en la que es pura payasada. La venta de copias caseras de CDs y DVDs es inexistente. El youtube tiene muchos links bloqueados, incluso algunas cosas que fueron subidas por los mismos artistas pero cuyos derechos están registrados. Dicen que es ilegal usar torrents y que de vez en cuando la policía rastrea al azar los nombres de los archivos que se están descargando. Incluso así, yo por mi parte sigo con la tradición sudaca, con la mentalidad de que el internet lo puede todo y que no sería capaz de pagar por información o por "propiedad intelectual", por "contenido". Por supuesto sí gasto mucho dinero en libros, en comics en formato impreso y pago mi entrada al cine, pero no me acostumbro a la idea de pagar por descargar algún archivo "legalmente" o siquiera por un disco que igual acabaré poniendo en mi laptop. Es demasiado inmaterial y efímero como para sentir que justifica gastar en ello.

La costumbre de no pagar por contenido también tiene que ver con que en Perú la mayoría de contenido sigue sin ser accesible de forma legal. Las buenas películas nunca llegan a los cines, conseguir un libro específico es todo un hallazgo y los CDs se venden a precios francamente estúpidos.  En Alemania muchas de esas cosas sí se pueden conseguir sin tanto problema, pero también quedan las que no.

Restringir los canales por los cuales se pueden compartir bienes inmateriales no solo es defender los intereses de los autores, de hecho significa limitar la difusión de muchos creadores que usarían estos canales para darse a conocer. También permite restringir y censurar cualquier expresión libre. El control selectivo o metódico de esta clase de canales significa la destrucción de todo progreso comunicacional que significó el internet. Por supuesto, la regresión a la época en la que solo existían unos pocos canales que podían ser todos controlados por el gobierno es algo muy deseable para el imperialismo.

Por otra parte, la peor consecuencia de lo opuesto sería que todos nos acostumbrásemos a jamás compensar los bienes intelectuales de manera alguna, a leer solo lo que se encuentra por ahí en wikipedia y en los blogs o que se puede descargar gratis en pdf. Esta consecuencia no sería tan nefasta si no hubiese autores que le siguen el juego, resignándose a que así al menos serán leídos sin pagarle a una editorial, aceptando que su arte no vale nada. Trabajando gratis solo se devalúa el trabajo de todos, se logra que, en general, el arte de todos no valga nada. A la larga solo existirían fan fictions escritas de pasada por adolescentes aficionados en foros, no volvería a surgir una sola obra a la que el autor dedicase más que una fracción de su tiempo libre. Excepto, claro, que quedan siempre los mártires. Los mártires siempre han gustado, porque trabajan gratis.

Fue precisamente ésta una de las razones por las que me da esperanzas encontrarme en este lado del planeta, porque aquí, en cierta medida, no solo se limita el consumo mediante los derechos de autor, sino que los autores de verdad tienen ciertos derechos. El escribir, dibujar, filmar o cantar, de vez en cuando puede ser algo más que una "brotlose Kunst" (un arte sin pan), y eso incluso sin ganarse un nóbel ni acostarse con Baily. No se cae necesariamente en la situación en la que el autor, tras años de esfuerzo invertidos en la creación, debe además pagar al momento de aportar su propio trabajo, por la remota esperanza de que este sea leído por alguien más que el vecino de la tía y, si se sigue las ventas de cerca, recuperar un poco del dinero malgastado. Aquí existen algunas editoriales que apuestan por los autores. Los autores que escriben en alemán, claro, con lo cual aún me tomará un tiempo tener un producto presentable.

Se me ocurrió por un momento publicar mi segunda novela castellana en formato de e-book... ¿Pero quién rayos pagaría por un e-book, para colmo en Latinoamérica? Algún huachafo que tenga kindle, quizás. Yo jamás compraría un e-book, ni allá ni acá. En general, el un autor que quiera cobrar por cada persona que lee su obra en épocas que todo se copypastea de manera orgánica o viral, pero siempre inevitable, resulta un megalómano ridículo. Creo que las leyes de propiedad intelectual como tales pertenecen a una era pasada, pero los derechos de autor aún son necesarios para que puedan existir autores. Quizás sería más lógico cobrar como lo hacía Lope de Vega al momento de entregar su manuscrito para la primera edición y luego dejar que se difunda solo, así incluso los autores prolíficos ganarían más que los one-hit-wonders. Los anuncios publicitarios, como en este blog o como en Spotify, también parecerían una solución razonable.


Pero como decía, en verdad no sé nada de economía, son solo ocurrencias.

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