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viernes, 18 de abril de 2008

El regreso del antes-perro

Me dispuse a escribir sobre este libro desde que lo compré. Habiéndolo terminado, quizá la comparación con Cada vez que ladran los perros que palnteé en el título es algo menos pertinente de lo que pensaba, aunque técnicamente se trate en ambos casos de seres previamente caninos y posteriormente humanos. El efecto de escalofrío que tiene esta metamorfosis, inversa a la de Gregorio pero no por ello menos grotesca, se mantiene también en ambas situaciones, el ser repentinamente dotado de poder, cargado con nada más que ansias y envidia de su situación previa, casi como Tetsuo, pero más bestia y mutante. Por un lado, también, esto nos impulsa hacia un cierto pesimismo social cuasideterminista, si es que pensamos que el que nace perro es mejor que quede perro. La verdad yo nací mono, pero lucho por ser gato. En el fondo, lo importante es cómo se resalta el hecho de que para ser humano no basta el cuerpo y el poder si es que se sigue teniendo el corazón de perro. Pero soy de los que quisieran creer que incluso esto se puede cambiar con mucho tiempo, esfuerzo y paciencia, pero, ante todo, por decisión propia. Es más, creo habérmelo hecho ya a mí mismo en más de una ocasión. ¿Es que faltan historias sobre eso? Los relatos de la educación del caballero son bastante detallados y Bildungsromane desarmados sobran. Sin embargo ninguno de estos parece poder resaltar su propio valor en positivo como lo hace el antes-perro en negativo.

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