La situación es un tanto distinta ahora. Cuando despierto en la mañana en mi cama caliente, veo frente a mí una vasta extensión blanca, cubierta de nieve. Es visualmente como dormir a la intemperie, por más que esté aquí abrigado, el frío me penetra por los ojos.
Todo se ha cubierto de nieve. La primera vez que nevó solo tiñó de blanco el suelo y se podía transitar libremente sobre ella. Los profesores insistían que eso no era nieve. A los tres días se derritió y las colinas volvieron a ser verdes. Pero justo al día siguiente, al salir de la biblioteca, el aire se vio denso y turbio, como una niebla impenetrable, pero no era más que una gran capa de nieve que inundaba la atmósfera. Esa noche tuve que sortear varios montículos para poder entrar a mi casa. Ahora se camina con la nieve hasta la rodilla todos los días. Est

Previniendo las circunstancias, mi despensa se ha ido llenando de sopa instantanea, chocolate y cereales. Sin embargo, esta necesidad es tan evidente que no fui el primero en notarla. Y aunque ya casi no hay seres humanos por la zona, al poco tiempo esuché pasos veloces y raspaduras sobre mi cabeza. La cosa se deslizó por el techo, y al día siguiente terminó de abrir un hollo en lo alto de mi despensa. A carajos la hice desaparecer, antes de llamar al exterminador, que se cercioró que la alimaña había vuelto al exterior inhóspito, bajo el cielo que las enormes bandadas de cuervos surcan graznando en busca de cadáveres. La evolución consiste en matar a tu competencia.
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