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domingo, 9 de diciembre de 2007

Dato inútil pero interesante

A diferencia de cualquier restaurante tercermundista, donde sea donde fuera el menú viene con refresco, que es sinónimo de jugo de frutas hecho del día, aquí en Massachusetts por supuesto no puede haber tal cosa. Todo viene envasado y con envoltura descartable para producir toneladas de basura sin parar, y la única opción de tomar jugo en vez de contribuir al imperio de la Coca-Cola company son unas botellas de vidrio del té marca Snapple. Frente a las gaseosas, esta corporación de prefabricados se representa como alternativa y natural, y entre otras cosas simpáticas trae en el reverso de sus tapas siempre un dato curioso. A estas alturas ya me he leido todos los datos curiosos que tienen. Hay que ver en qué se convierte el valor del conocimiento y la verdad en nuestra sociedad capitalista-democrática. Es el parecer inteligente y poder impresionar a los demás con lo que fuera en las reuniones sociales. Es acumular puntos inconexos como chapitas, sin mayor relevancia práctica. Alguna vez presentí que ese es el futuro de toda nuestra labor académica, cuya condición de verdad es tan irelevante para el consumidor promedio, quien en el mejor de los casos solo puede arrimarse a los títulos como el del médico a palos de Moliere. La verdad no vale más que el precio al que se la podemos vender a quien la ignora, y este, por supuesto, no sabrá si es verdad o no, y no tendrá tiempo de asociar los detalles subyacentes para utilizarla apropiadamente. Claro, habría que saber algunas cosas sobre cultura para dirigir una nación, pero en la democracia los que gobiernan no son los formados para el caso, sino el pueblo y el consumidor. Había una sátira bastante apropiada (aunque no la presentaban con la mordacidad necesaria para que trascendiera) en los animaniacs, que por un tiempo se dedicaron a transmitirnos cultura descartable a través de la secuencia del "dato inútil" del día. Ahora que lo pienso, 31 minutos también tenía una canción sobre el tema, que era muy interesante.

Hay muchos comentarios al respecto y, sin embargo, a fin de cuentas lo que faltaba era sacar la conclusión: que el conocimiento muere a manos de la felicidad.

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