
Cuando llegué, el rockanrol sonaba hasta afuera y había chicos y chicas entremezclados con mucha cerveza. Como no conozco a nadie en este mundo, me senté en la barra. Del techo colgaba un disco de llanta, del que colgaba por un lado la cara de un político desconocido y por otro un mono con gorro y lentes 3D. Bastante loco, pero no de locas.
Mientras pedía una cerveza, un tío a mi lado me alcanzaba un platito con cacahuates. Me hizo el habla y mientras esperaba no tenía tanto más que hacer, así que le di cuerda y me empezó a contar de sus viajes por España y el Caribe, que nunca había estudiado, a sus 53 años ni siquiera completado el colegio, pero vivía del arte. No era muy elocuente, pero le gustaba hablar. Le dije que me recordaba a Charles Bukowski aunque, claro, poeta no era, quién sabe qué habría dicho que hace, quién sabe si hará algo de lo que dice. Qué importa.
Después de que un jingle an

En cambio, una cosa que marcó la noche cuando esta empezaba a avanzar fue la invitada estadounidense, a quien la verdad muchos no entendieron, pues forzosamente leyó poemas en inglés. Pero qué poemas. Quizás la barrera idiomática ayudó a mantenerla distnciada de la línea cómica, y en cambio describir hechos trágicos desde perspictivas a la vez muy íntimas y cósmicas, directa tradicion Whitmaniana, por supuesto, pero incluso un poco más densa que su antecesor y siempre refrescante. Me mortifica no recordar su nombre.
La otra cosa que marcó la noche fue una chica menuda, de cabello corto, cuyas reflexiones sobre hechos cotidianos se convertían en enumeraciones caóticas de proporciones borgianas y repletas de imágenes brillantes que ella arrojaba a una velocidad chocante hacia el cerebro del oyente, como un verdadero viaje al Alef. "Algún día quiero ser como tú" le dije, acercándome al final. Ella se llamaba Annika Blanke, me regaló un sticker de su página web y fue la primera persona de este lado del mundo a la que le revelé mi verdadero nombre.
Supuestamente, todo esto fue un poetry slam, pero nunca me quedó claro en qué se diferencia de un open mike, o incluso es bastante parecido a un recital excepto por el hecho de que cualquiera puede apuntarse al momento. No pude apuntarme en ese momento porque no tenía ningún poema entre manos ni en la cabeza. He encontrado que ya tengo varios poemas en inglés, pero todos de temática extremadamente lúgubre. Decidí traducir un par al alemán, lo cual resultó ser un verdadero suplicio, pues recién me percaté de lo rebuscado que es mi vocabulario, y de lo impotente que me siento ante un idioma que alguna vez fue casi mi lengua materna y que aún hablo, pero ya no domino. Quizás traducir es un esfuerzo inútil y resulte mucho mejor, de plano, reescribir sin modelos, empezar de cero en un idioma nuevo y un mundo nuevo.