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sábado, 14 de agosto de 2010

Sueño y realidad

Yukio Mishima cuenta de la disciplina budista de soñar flores más grandes y complejas que cualquier ciudad terrenal. El poder de la mente en su verdadera capacidad sólo puede ser conocido por ella misma.
La religión del sueño y el arte del sueño se vuelven uno mismo si antes ya hemosaceptado la religión del arte. Hay muchas promesas en lo desconocido, en el mundo ajeno al de este momento. Pero cada sueño es un mundo propio, un mundo ingénito que es eterno mientras dura, y los otros sueños para el sueño son sólo sueños. Queda suponer que la coherencia del despertar es ese sueño mismo, que en cada despertar cambia y con cada nueva ocasión vuelve a parecer completo, verdadero, una vida entera lo que sólo ha sido una construcción inmediata, compulsiva, desesperada y accidentada en base a retazos de muchos sueños muertos. La realidad sólo es un sueño.
La realidad está en el sueño, porque por más veces que se despierte, un sueño nunca es sólo un sueño y todo lo visto, todo lo pensado importa, porque cada memoria es una cicatriz y todo recuerdo tiene un peso.
Quizás el sueño es la realidad. La promesa del cuerpo astral, de la visión reveladora. Incluso al despertar, ¿cómo saber que lo que vivimos al otro lado no ha sucedido o sucederá? Si el mundo de este momento es tan incierto y pasajero, ¿no será un poco más seguro creer en el otro? Dicen que soñar en color es un signo, pero podría también soñar que sueño la realidad, sin soñar la realidad misma. Si el vampiro es un cuerpo astral, el sueño también es su realidad.
El sueño crea la realidad. La dificultad de alcanzar la meta mantiene viva la esperanza. Aún me queda por experimentar el sueño lúcido, y en el sueño pasajero que es todo mundo, experimentar es lo único real.

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