-¿Necesitas? ¿No es que quieras?
Pero para alguien que se dedica a la literatura fantástica, definitivamente es una obligación. Sin embargo, de un tiempo a esta parte me resigné a que mi lista de lecturas era lo bastante larga como para agregarle los cinco o más tomos gruesos de la serie del momento. Por imperativa que esta fuera, y a pesar de que ni siquiera parecía ser mala, llegué a la conclusión de que no tendría tiempo de leerla y me puse a ver la serie.

Lo voluminoso de la saga de Martin me hace pensar qué dirán las generaciones venideras si esto se llega a convertir en clásico, y si de acá a cien años la prosa actual resulta tan trabajosa como lo es la del siglo XIX para nosotros hoy. Si ya da miedo enfrentarse a Moby Dick, ¿quién querrá leer más de cinco libros del mismo grosor?
Por otra parte, estas preocupaciones surgen precisamente porque hay buenas razones para que la saga sí alcance el estatus canónico. El giro de conectar la fantasía épica con elementos verdaderamente medievales en vez de un medievalismo romantizado conecta con fuentes primigenias que extrañamente habían permanecido ajenas al género durante décadas. Si este movimiento ahora parece tan evidente, es solo porque era absolutamente necesario. Un regreso a las fuentes prístinas le ha permitido a George R.R. Martin restructurar el género de manera sensible, y llevarlo ya no a la edad mítica de dioses y portentos, sino a la edad heróica donde cuentan que Odiseo contaba haber visto a un cíclope, o dicen que los enemigos de Sigfrido dijeron que él se había bañado en sangre de dragón, pero no es que los elfos anden por la calle o los el panadero sea un duende. La magia resulta más mágica en tanto es inusual y no cotidiana para los personajes.
En la simultaneidad se encuentran la comedia de enredos y la tragedia. En aquellas épocas no todos tenían smartphone para estar siempre conectados, y en lo que tomaba llegar de un lado al otro ya toda la situación había vuelto a cambiar. Esto se refuerza por el contraste entre la perspectiva enunciativa frente a los personajes, que vuelve la desgracia previsible pero inevitable. Bajtín me convenció de que el arte de la novela es el de la orquestación, el hacer que una docena de historias funcionen como una sola.
Por otra parte, la cantidad de personajes que se pretende narrar simultáneamente hace que no se alcance a narrar mucho de ninguno de ellos y que el ritmo se vuelva lento, a veces tedioso. Al menos en la serie, si un capítulo dura 50 minutos y pretende representar 10 personajes a la vez, solo le quedan 5 minutos por personaje, los eventos se dan en pasos mínimos, en migajas. Supongo que entre un medio y otro el efecto de ritmo será diferente. Aristóteles tenía sus razones para la unidad de acción. Salirse del patrón tiene sus problemas pero, en este caso, creo que también sus ventajas.

Antes de poder sacar conclusiones definitivas, habrá que ver qué más viene. ¿Los caminantes blancos por fin cruzarán el muro? ¿Qué pasará en King's Landing cuando la khaleesi llegue con su ejército? O, siendo esta una odisea, ¿volverá a perderlo todo ante Scila y Caribdis, para llegar encapuchada a matar a todos los traidores por mano propia? Con el éxito que tiene, ¿el señor Martin se animará a acabar la serie? Me parece que ya la está estirando más allá de sus propias previsiones y que él mismo ya no sabe qué pasará, así que habrá que esperar y dejarse sorprender una vez más.
1 comentario:
Personalmente no me gusta mucho la saga de Martin. Cada libro solo puede entenderse dentro del contexto de una gran trama y no como unidades por sí solas. Eso sinceramente no me gusta del todo. Creo que hay mejores sagas que estas.
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